Algunos más, otros menos, pero allá por marzo -casi cien días atrás- todos teníamos nuestras rutinas cotidianas.
Los lunes, para que no fueran TAN lunes, tomábamos un café con una amiga o un amigo; los martes después del trabajo íbamos al gimnasio; todos los días caminábamos hasta la panadería; los jueves llevábamos a los chicos a fútbol, basket, o patín; estudiábamos inglés, sentados en una aula junto a otros alumnos y nos reíamos de no poder hilar toda la oración de corrido; los viernes armábamos partidito y asado después; los domingos comíamos en familia, algunas semanas agendábamos ir al cine o al teatro; pasar por el vivero; comprar tal regalo de cumpleaños…
Unas rutinas que no eran nada del otro mundo. Pero que lo eran todo. Eran nuestra plataforma antisísmica.
El saludo al señor que trabaja en la recepción de la oficina; la queja del compañero porque la calefacción o e aire acondicionado está muy fuerte; el chiste de siempre. La espera en la puerta de la escuela junto con otros padres; la charla, a veces de compromiso, sobre el tiempo o sobre el libro que les pidieron. La pelea por el lugar para estacionar.
La hora de la cena; el repaso de lo hecho durante el día en otros espacios, en otros lugares, con otras personas; el mundo ancho y ajeno del otro lado de la puerta. La hora del sueño.
Casi no queda nada todo eso.
Que todo se ha trastocado, casi cien días después, es una obviedad. Ya no hay horarios fijos ni siquiera para el descanso, por más consejos que hayamos intentado seguir y por más firmes que nos hayamos puesto en el esquema de organización de la casa.
Pero, algunos más y otros menos, todos nos hemos hecho de nuevas rutinas, no sin dificultad, no sin extrañar nuestra vida anterior.. Es como si nos hubiéramos mudado a un lugar desconocido, a uno de esos sitios que no figuran en ningún Google Maps-; que no tienen referencias ni brújula para guiarnos. Y aquí, en este territorio nuevo que habitamos desde hace más de tres meses, tan lleno de preguntas, tan escaso de espacio, tan apretado a veces, tan vacío otras, nos hemos ido armando un nuevo plan, unas nuevas rutinas para darle forma y contenido.
Nada fuera de lo común. Pero que aún así, siguen siendo el todo.
Fuente (Río Negro – Sección: «Nada fuera de lo común)
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