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Día de la mujer petrolera. Alejandra Rubbo, la mujer que dio origen a la fecha

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Fue pionera con su labor en la Cuenca Neuquina. Buscan rendirle un homenaje a ella y a todas las mujeres de la industria.
Ímpetu y responsabilidad. Con esas dos palabras se podría resumir el carácter de Alejandra Rubbo, una joven pionera en el mundo del oil and gas cuyo legado fue la semilla para crear el Día de la Mujer Petrolera, que se celebra en Río Negro cada 12 de julio para conmemorar la fecha de su muerte.

La unión de Alejandra con el mundo petrolero estuvo marcada desde su infancia. Aunque nació en Quilmes, se trasladó de niña a Río Gallegos para que su padre cumpliera tareas en YPF. Era el año 1978 y la mayoría de los vecinos se abrigaban al calor del carbón. Si bien el barrio de la petrolera sí tenía red de gas, los Rubbo debieron adaptarse al clima inhóspito del sur, con vientos fuertes y los 80 centímetros de nieve que se acumulaban sobre las calzadas.

Cuando terminó la primaria, Alejandra se anotó en un colegio técnico. No pensó demasiado su vocación: eligió esa institución porque era la más prestigiosa de Río Gallegos. O quizás porque quería convertirse en maestro mayor de obras, igual que su papá Orlando, que desde siempre le inculcó el amor por la construcción y los planos.

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Alejandra se formó también como dibujante técnica. En 1992, luego de que YPF fuera adquirida por Repsol, a Orlando y su esposa Ana María les propusieron un nuevo traslado. El destino fue Catriel, en donde Alejandra, ya con 21 años, obtuvo un trabajo en la Municipalidad.

“Compartíamos mucho el trabajo, ella hacía asesoramiento en la construcción para la Municipalidad y siempre hablábamos de los planos”, recordó Orlando, su papá, que ya está jubilado en YPF pero aún vive en el barrio de la empresa en Catriel.

Alejandra era la mayor de cuatro hermanos. La primera hija y la primera nieta, por lo que fue siempre consentida y muy apegada a sus padres. Empeñaba su trabajo con gran sentido de la responsabilidad y con un trato afable que le hacía ganarse el cariño de los otros con extrema facilidad.

El 12 de julio de 2000, Alejandra se subió a una camioneta de YPF como copilota de un ingeniero de la empresa, luego de hacer un relevamiento. Era un día intenso de invierno, con hielo sobre la calzada. En una pronunciada curva de ripio, el conductor perdió el control del volante. El vehículo volcó e impactó, a los tumbos, contra un árbol al costado de la ruta, justo del lado del acompañante.

Ese día, Orlando cumplía funciones en el área de Seguridad de YPF. Lo llamaron para avisarle de un accidente cerca de la bodega de Sánchez Carrillo. Él se subió a su camioneta y llegó al lugar para observar la escena, pero sus ojos se negaban a ver cuán personal era la tragedia. Vio cómo subían a una joven golpeada a una ambulancia, pero no reconoció a su propia hija hasta que un compañero de tareas le dijo el nombre de Alejandra.

“La que va en la ambulancia es tu hija, ¿no te das cuenta?”, le dijo mientras él conducía de regreso para Catriel. Se comunicó con la clínica San Patricio: no se podía hacer nada, Alejandra estaba muerta.

“Al principio, cuando la Municipalidad hacía los homenajes del 12 de julio, era muy doloroso para nosotros”, dijo Ana María que hoy, 20 años más tarde, aún habla de su hija con la voz quebrada por el duelo. Sin embargo, aceptó que una ley llevara el nombre de Alejandra cuando le explicaron que la normativa buscaba poner en valor el rol que cumplen las mujeres en la industria.

“Si pudiera ver cómo cambiaron las cosas, ella estaría muy feliz, porque siempre sintió un gran amor por lo que hacía”, afirmó su mamá, con la esperanza de que esta norma siga ese mismo rumbo: el de convertir un mundo de hombres en un universo con posibilidades para todos.


 El recuerdo de su padre: Alejandra y su pasión por el trabajo en el campo
Durante sus años en Catriel, Alejandra Rubbo comenzó a trabajar en una empresa de servicios con sede en Plaza Huincul que trabajaba con YPF, por lo que la joven solía usar las oficinas de esta petrolera para sus tareas diarias. Sin embargo, su principal faena estaba en el campo, donde se mezclaba con un universo masculino.
“En ese momento era muy raro ver mujeres; solo había algunas geólogas pero que trabajaban siempre en las oficinas, no había mujeres en el campo”, relató su papá Orlando. A fines de los 90, la industria era considerada “trabajo pesado” y exclusivo para hombres. Un lugar en el que las mujeres no tenían nada que hacer.
Alejandra logró romper esos prejuicios. Visitaba los yacimientos para hacer relevamientos de instalaciones, baterías y oleoductos, sin amedrentarse por la presencia masculina. “Antes la gente pensaba muy diferente”, recordó Orlando, y agradeció el cambio de perspectiva actual. “Hay mujeres de gran valor, que han ocupado cargos de gerencia en YPF, y eso habla de su gran capacidad”, señaló.
Por Sofía Sandoval[email protected]



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