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Primavera, la estación de las dietas mágicas

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Llegó la primavera y con ella la desesperación por bajar de peso para lucir un cuerpo esbelto en el verano. Sobre la necesidad de estar atentos a las dietas que prometen milagros y soluciones mágicas

Una de las consultas más frecuentes en mi consultorio en esta época del año es la búsqueda de una dieta, una solución, un resultado. Generalmente, vienen preguntando por la dieta que hizo tal o cual famoso que promociona una pérdida de peso de 10 kilos en 1 mes con tal o cual método que escucharon en la tele, demostrando que la magia se hizo presente en pocos días.

Las personas con exceso de peso que están necesitando cambiar su cuerpo, modificar su imagen, poder comprarse ropa o usar aquella que atesoran hace tiempo para cuando esté flaca, están en busca de algún hechizo para adelgazar rápidamente con objetivos temporales: un casamiento, un viaje o el verano. Por eso, septiembre es el mes de auge de este tipo de dietas.

Ante esta demanda desesperada, la oferta es realmente muy amplia tanto en redes como en la televisión, donde se ofrecen dietas de muy bajas calorías. Como opciones encontramos parches para adelgazar, auriculoterapia, dietas cetogénicas con viandas, batidos, jugos détox, libros de celebrities que cambiaron su  vida mágicamente con un polvo arriba de la comida, dietas de ayuno, bibliografía ostentosa de irrealidades, coaching por Whatsapp, panqueques hechiceros en caja que reemplazan a la comida durante meses, etcétera. En coincidencia, todas son huelgas de hambre donde convierten en ilícito lo que más nos gusta: comer.

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Y en este camino, las dietantes crónicas encuentran un recurso más para perder peso rápidamente y corrompen totalmente el vínculo con la comida, olvidando cuál es el sentido real de comer.

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Todos estos recursos milagrosos -pero altamente dañinos- tienen algunos puntos en común:

* No educan ni informan a sus pacientes con la verdad.

* Se realizan, la mayoría de las veces, sin control médico.

* Se basan en mitos sin sustento nutricional.

* Prometen una pérdida acelerada de peso en poco tiempo y sin ejercicio físico.

* No ofrecen características particulares para cada paciente según su vida, sino que es el mismo plan para todos.

* Fomentan la realización de ayunos, que tienen un fuerte impacto negativo en nuestra salud.

* Consideran a la comida un problema, reemplazándola por suplementos.

* Santifican algunos alimentos y sataniza otros, según sea la moda.

* Prohíben algunos alimentos en relación a los horarios y le atribuye propiedades mágicas a otros.

* No presentan estudios científicos que los avalen y no son aprobados por la Sociedad Argentina de Nutrición, ya que pueden dañar mucho más de lo que pueden beneficiar a un paciente.

Finalmente, cuando pueden y los pacientes logran hacerlos durante un tiempo, siempre el descenso de peso es realmente llamativo. Pero pocos pueden sostener este tipo de alimentación que los ha alejado de su patrón de comidas, que no es el habitual ni el natural ni lo que le resulta placentero. Así vuelven a su vida sintiendo que han abandonado y fracasado una vez más, y recuperan todos los kilos que han bajado y muchas veces los superan.

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El paciente se posiciona en este punto como el culpable cuando en realidad ha caído preso del mercado dietario, y no en manos de un profesional que lo ayude a tratar su problema con una de las patologías más frecuentes de este siglo, que necesita de atención especializada y conducción profesional.

Una de las enfermedades más desafiantes y prevalentes para la nutrición en este siglo es la obesidad. En 2018, ésta se ha convertido en una epidemia que afecta a la mayoría de los países del mundo, y afecta a todos los sectores sociales. No da tregua a niños, adolescentes ni adultos y compromete tanto a hombres como a mujeres.

Muchas veces recibo pacientes que han fracasado una vez más con ese recurso que tanto los ilusionó. Durante la consulta aparecen sentimientos fuertes de angustia y llanto que son el resultado de la frustración que provoca no haber podido sostener la solución que creían haber encontrado.

Algunas presentan claros síntomas de depresión y enmascaran su cuerpo con ropa grande, se esconden, evitan reuniones sociales y dejan de mostrarle su cuerpo a quien aman, o presentan dificultades para sociabilizar con el sexo opuesto, considerándose no aptos para ser amados, aceptados, gustados. Por supuesto, muchas de ellos sienten discriminación, se sienten marginados por no responder al patrón de belleza que nuestro medio social marca como estandarte. La imagen corporal que uno tiene de uno mismo ayuda a construir la autoestima, en la mayoría de éstos pacientes la imposibilidad de lograr lo que quieren ser condiciona cuán felices son, generando un gran cambio en su calidad de vida. Algunas padecen maltrato verbal en el trabajo, en el colegio o simplemente tienen la mirada atenta de los demás cuando comen mucho o poco, cuando van a elegir y deciden no comer en público, pero finalmente llegan a casa y por hambre, angustia o tristeza se comen todo, perdiendo el control con lo que durante un tiempo fue un prohibido, la comida. Apareciendo el ciclo típico de restricción, alegría, insustentabilidad de la prohibición, fracaso, frustración y finalmente el atracón.

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El exceso de peso sigue siendo muy desestimado tanto por el gobierno como por muchos profesionales y empresas, que comercializan soluciones «milagrosas» considerando a esta enfermedad tan compleja como un mero desorden estético o un problema de «fuerza de voluntad», además de un negocio.

Es muy importante tomar conciencia que a medida que la epidemia de obesidad crece, la empresa de adelgazamiento derriba las barreras científicas y éticas de aquellos que nos especializamos en obesidad, que día a día nos esforzamos por brindar la información de que esta compleja enfermedad merece de un abordaje terapéutico interdisciplinario en el que el objetivo central es la adopción de hábitos de vida saludables, promoviendo un estilo físicamente activo, mejorando el patrón alimentario y con una guía o control médico que permita a su vez el manejo de las emociones y el estrés.

Si los números no paran de crecer, quiere decir que estamos haciendo las cosas mal y hoy más que nunca es tiempo de asumir un compromiso para cambiarlo, pero no solamente desde los profesionales de salud, sino para toda la sociedad, los gobiernos, la industria y los medios de comunicación, ya que brindar esta información es garantía para ayudar a nuestra población a frenar el impacto de la obesidad.

 

POR *VIRGINIA BUSNELLI  (Médica especialista en nutrición).



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