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Chismear es saludable: así lo reveló un estudio

En el complejo entramado de la vida social, el chisme ha surgido como una actividad arraigada que, aunque a menudo vista de manera peyorativa, descansa como un pilar imprescindible en la interacción diaria de muchas personas.

El acto de compartir rumores o debatir sobre los asuntos personales de otros es algo que la mayoría de las personas ejecuta naturalmente, ya sea por simple curiosidad, diversión, o como un medio para robustecer los vínculos sociales existentes. Sin embargo, el arte del chismear no está exento de polémicas; en ocasiones, puede devenir en la propagación de información privada sin el consentimiento de los involucrados. Este aspecto crítico es donde reside su complejidad, revistiendo de matices tanto positivos como negativos a esta práctica común en la sociedad actual.

A pesar de los reparos que algunos puedan tener acerca del esparcimiento de rumores, un número creciente de estudios académicos está comenzando a revelar los beneficios que el chisme puede encerrar, en particular, en términos de bienestar emocional y social. Un estudio reciente llevado a cabo por la Universidad de Pavía en Italia ha trazado un interesante recorrido sobre cómo el chisme podría no solo tender un puente entre personas sino también ofrecer prominentes beneficios para la salud. Según este estudio, el simple acto de chismear induce al cerebro a liberar mayores cantidades de oxitocina, conocida como «la hormona de la felicidad». Este flujo de oxitocina evoca sentimientos comparables a dar un abrazo efusivo o a experimentar un cálido beso.

El estudio fue meticuloso, involucrando a un grupo de 22 mujeres que participaron en diversos tipos de conversaciones, desde los chismes, hasta conversaciones neutrales y discusiones emocionales desprovistas de chismes. Los resultados fueron reveladores: hubo un incremento significativo en los niveles de oxitocina durante las discusiones que incorporaban elementos de chisme. Mientras tanto, el cortisol, la hormona estrechamente asociada al estrés, demostró una disminución notable, particularmente durante esos intercambios más ligeros y desinhibidos.

El estudio de Pavía, publicado en la revista ScienceDirect, no estuvo solo en su afán de explorar las intricadas conexiones entre chisme y bienestar social. También muy ilustrativo fue un estudio de Current Biology donde se destacó que el chisme no solo fomenta el sentido de colectividad sino que sienta las bases de una robusta confianza interpersonal. Investigadores de Dartmouth en Estados Unidos desarrollaron un juego interactivo en línea donde los participantes, bajo la consigna de cooperar para alcanzar metas comunes, tuvieron que interactuar de manera íntima tocando tópicos basados en las acciones de sus copartícipes.

El intercambio de información tenía efectos palpables: los jugadores reportaron un estado de conexión incrementado, ilustrando cómo el acto deliberado de chismear puede facilitar la construcción de vínculos de confianza. Según el informe elaborado por los autores, entre quienes destacan Luke Chang y su co-investigador Eshin Jolly, “el chisme es una forma de reforzar la comunicación, implica un acto intrínseco de confianza, y es esencial para fortalecer vínculos sociales”.

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